Estoy escribiendo, y sin embargo estuve varios minutos sentado frente a la pantalla, ya que no estoy seguro de que es lo que quiero decir. Estuve tanto rato pensando en lo que quería decirles a ustedes, que creo que una buena opción es hablar del hablar.
Hace unos días observe dentro del marco de una actividad grupal consistente en dibujar el propio rostro, a una señora que estaba frente al papel con el lápiz en la mano, del mismo modo que yo me encontraba hace unos minutos frente al monitor…bloqueada, con la mirada perdida, como si alguien afirmara el discurso, como si una mano invisible se posara sobre las manos, sobre la boca, impidiendo la expresión de elementos que están ahí latentes, pero escondidos.
En este momento recuerdo una serie de instancias en las cuales alguien me cuenta algo y calla en el momento crucial, o cuando hablando de cualquier cosa, y emerge algo que es nuevo para nosotros algo que nos habla de nosotros mismos.
No estoy diciendo que haya momentos en que no se comunique, solo digo que hay momentos en que la expresión consciente de algo se detiene, así como hay momentos en que esta expresión se desata.
Recuerdo que estuve muchos meses intentando escribir una canción y no me salía, o que después de escribirla debía botarla a la basura debido a su horrenda calidad. Y un día fue que estudiando cualquier cosa me vino el deseo explosivo, las ganas que me inundaron y me sobrepasaron, y termine escribiendo presa de mi inspiración -en un deleite de creación- una melodía que seria un regalo para la mujer que acompaña mis dias.
Aquí surge algo interesante, el discurso que nos inunda, que emerge y nos sobrepasa, o el discurso que no sabemos por que se silencia y se aleja de nuestros labios y nuestro cuerpo.
Los cuestionamientos del sujeto que vienen a problematizar y cuestionar conceptos que se sienten como ya dados, como la existencia del alma, la esencia del ser humano, su definición como sujeto en el universo, nos dan la idea de que el sujeto no existe si no es en un discurso. Discurso que suele venir desde lo otro, desde lo ajeno, desde la historia que ya existe antes de nosotros, desde el futuro que se escapa a nuestra percepción concreta.
Y las consecuencias de ello es que nos configuramos como personas desde un discurso ya hecho, que nos es ajeno, y que nos hace callar, o que nos incita a hablar cosas que están puestas en nuestras lenguas.
Dentro de este marco Nietzsche es un ejemplo de autor que nos invita a silenciar el discurso un momento, e intentar escuchar un poco más allá, para así comenzar a murmurar y a hablar desde un discurso propio…que se exprese nuestro cuerpo más allá de esas manos que toman tus brazos y tapan tu boca. Referirnos a nosotros mismos, no desde una vida que tiene un guion escrito. No dirigiéndonos a una etapa o peor aun, un final del camino, pues la vida es un camino sin fin ni comienzo, al menos sin un fin o comienzo pre-existente.
Bueno después de este viaje casi verborreico, es que se nos aparece la capacidad de hablar como algo mas allá del hablar entendido como el sonido con significados que salen de nuestras bocas o que entran por nuestros oídos, sino que la capacidad de hablar podríamos entenderla si queremos, como el ser mismo en su movimiento vital, ese devenir constante que se da mas rápido que el tiempo, mas rápido que el pensamiento, indomable, inaprensible…la vida misma del ser manifestándose.
Podríamos decir que hablar es un modo de existir, y el silencio, bueno el silencio es otro modo de existir.
martes, 9 de junio de 2009
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1 comentarios:
Me identificó lo que escribiste, a menudo siento la urgencia ineludible de hablar, es terrible!!, es una fuerza tremendamente sanguínea y muscular... se acelera mi corazón y las palabras salen casi desde el estómago
Lo peor es cuando el idioma no acompaña y está la frustación acompañándote,pero bueno..después pasa
Pero ánimo,la inspiración está siempre, a veces hablando bajito
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